Franz Schubert, 31 de enero

Con la habitual escusa de los aniversarios vamos a aprovechar estas ocasiones para breves repasos de autores y obras que me gustan especialmente, un año que estará marcado, por ejemplo, por los 400 años del fallecimiento de nuestro Tomás Luis de Victoria (1548-1611).

El 31 de enero de 1828 fallecía el músico vienés Franz Schubert. Nacido en 1797, falleció pues con tan sólo 31 años. De familia humilde, vivió pobre de solemnidad que se diría ahora. Estuvo a punto de casarse. Para ello optó a unas oposiciones de maestro. Al no conseguir el puesto, la novia se casó con un panadero.


Vivió gracias al apoyo de amigos en cuyas casas solía vivir. No pudo vivir de sus obras y nunca vio interpretadas sus óperas o sinfonías. Sólo una vez en su vida pudo organizar un concierto público de sus obras, que solía interpretarse casi en privado en las célebres schubertiadas.

Schubert es famoso por algunas de sus obras cortas. Destacan muchas de sus canciones, algunas agrupadas en ciclos, como La bella molinera, o sueltas, como La trucha. Uno de sus ciclos más conocido simplemente agrupa las últimas canciones encontradas en su casa tras su muerte (El canto del cisne). Obra muy interpretada, con leyenda incluida, es su sinfonía Inconclusa, de la que sólo se conservan completos dos movimientos y algunos compases del tercero, que unos consideran inacabada y otros que el resto se pudo perder pues no se sacó del “cajón” y se estrenó hasta más de 40 años más tarde (1865).

Yo quiero recomendar hoy las que considero que no deben faltar entre los que quieren hoy la mejor música del mundo, o en una hipotética lista con las más grandes obras jamás compuestas.

De dos canciones, la trucha y la muerte y la doncella, desarrolló y amplió los temas para dos conocidas obras de cámara con idénticos nombres. Pero sin duda las obras de gran formato más importantes son su sinfonía en do mayor, la grande, y el último quinteto de cuerdas. No puedo dejar de citar su conocidísimo Ave María o la Misa alemana en fa mayor.