Durante la precampaña
para las pasadas elecciones municipales, muchos ayuntamientos se afanaron en
completar rápidamente pequeñas obras de embellecimiento, notablemente jardines,
ya saben, del típico estilo excesivamente urbano, con más piedras y tierra que
plantas y flores.
Nuestros jardines
suelen pecar de un exceso de “urbanismo”, presuntamente racionalista, de
“grandes explanadas” si es posible, arena y plástico, o mármol en el mejor de
los casos, encarte o no. Cualquier cosa menos que nos parezca que estamos en
contacto con algo de naturaleza, verde y frondoso, que de sombra, frescor y
algo de humedad.
No. Uñas de gato,
mimosáceas, palmeras en avanzado estado de raquitismo, acacias. En estas
pasadas elecciones mi calle no se vio libre de esta lacra y tras retirar parte
de la vieja cubierta vegetal, se roturó y se plantaron tallos de hiedra y uñas
de perro o no sé qué bicho, que ahora se están secando.
Al poco, nuestros
probos y educados vecinos lo llenaron todo con los excrementos y orines de sus
mascotas, papeles y plásticos. Después, y durante, unos operarios municipales,
con la mejor intención del mundo fueron realizando parte del carril bici y más
tarde un apeadero. Lo malo es que al terminar, volcaron los restos de la
limpieza de cemento sobre el jardín y el árbol vecino.
Vaya. Por favor, más
urbanidad, a operarios y vecinos. A ver si os lleváis vuestros animales un poco
más lejos, no en el jardín público, y recogéis sus excrementos. Gracias.
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